Putin bendice el Domingo de Ramos con sangre y metralla

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Putin bendice el Domingo de Ramos con sangre y metralla. Domingo, 10:15 de la mañana. Mientras miles de familias ucranianas...

Domingo, 10:15 de la mañana. Mientras miles de familias ucranianas salían a la calle para celebrar el Domingo de Ramos, dos misiles rusos transformaban el centro de Sumy en una escena de horror. 34 civiles asesinados. 117 heridos. 15 de ellos menores. Entre las víctimas, una pianista del Teatro Nacional y una familia entera. Otra vez, la misma historia: Putin mata, y Occidente mira para otro lado mientras negocia su paz entre imperios.

Sí, otra vez. Porque esto no es un accidente, ni un fallo de cálculo. Es doctrina. Es la rutina criminal del Kremlin, que ahora, con la visita reciente del enviado de Trump a Moscú (sí, Trump vuelve al tablero global como si no hubiéramos aprendido nada), lanza un claro mensaje: su única diplomacia es el misil.

El ataque no fue sobre objetivos militares. No fue sobre infraestructura energética. Fue, directamente, un baño de sangre planificado. Se usaron misiles balísticos con municiones de racimo –prohibidas por tratados internacionales que Moscú ignora como quien tira pan a las palomas–, y se lanzaron justo cuando la calle estaba más llena de gente. Es decir, deliberadamente.

¿Y mientras tanto? En Bruselas, se multiplican los comunicados “preocupados” y los hashtags de apoyo. En Washington, se reactivan las mesas de negociación… sin ucranianos en la sala. Porque claro, no hay nada más «realista» que pactar con un criminal de guerra mientras sigue matando a civiles. El viejo juego imperialista: tú me das Crimea, yo me hago el sueco con tus masacres. Win-win. O mejor dicho: war-war.

🧩 No se trata solo de Ucrania. Se trata de qué mundo vamos a aceptar. Uno en el que las potencias se reparten territorios con sangre civil de por medio, o uno donde la solidaridad no se limite a cambiar la foto de perfil.

Este domingo, los misiles de Putin cayeron sobre Sumy. Mañana podrían caer sobre cualquier otro lugar que se cruce en la agenda de los poderosos. Porque mientras los imperios negocian, los pueblos sangran.

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