Más espinas que rosas: El espejismo socialista que traiciona al pueblo
En los pasillos del PSOE, tras la aparente calma de su último congreso, crecen las espinas de las contradicciones. La maquinaria socialista, antaño un motor de cambio y esperanza, se tambalea entre los intereses de las cúpulas y las demandas de una sociedad cansada de promesas vacías.
En un contexto histórico de crisis social, con un pueblo que exige soluciones reales a problemas palpables, los debates internos de la formación socialista se alejan cada vez más de las necesidades populares. Las rencillas por cuotas de poder eclipsan cualquier vestigio de compromiso con las clases trabajadoras.
Mientras el gobierno asegura estabilidad y avances progresistas, la realidad es otra: precariedad laboral, una vivienda cada vez más inalcanzable y servicios públicos deteriorados. ¿Dónde queda el socialismo que prometía justicia social y equidad? En su lugar, parece haberse instaurado una versión desnaturalizada, más interesada en las alianzas de despacho que en el bienestar colectivo.
El congreso reciente solo ha confirmado lo que muchos ya sospechaban: el PSOE se encuentra prisionero de su propia burocracia. La figura de su líder, aún con discursos grandilocuentes, se diluye entre maniobras políticas que solo refuerzan la desconfianza del pueblo.
La cuestión no es solo que el partido haya perdido el contacto con sus bases; es que ha olvidado cómo representar sus intereses. La preocupación no radica en las disputas internas, sino en cómo estas reflejan un modelo político incapaz de ofrecer alternativas reales al neoliberalismo rampante.
Es urgente que las fuerzas progresistas, incluidas aquellas descontentas dentro del propio PSOE, retomen la lucha por un modelo político que priorice a la mayoría trabajadora. Porque mientras las espinas sigan creciendo, las rosas del cambio social serán solo un recuerdo de lo que pudo ser.