Alemania en la cuerda floja: crisis, fascismo y la sombra de Washington

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Alemania en la cuerda floja: crisis, fascismo y la sombra de Washington. Alemania se tambalea. Tres crisis encadenadas.

Alemania se tambalea. Tres crisis encadenadas –política, económica e internacional– han marcado las elecciones de 2025. Un país en llamas donde la extrema derecha avanza, pero también lo hace la resistencia antifascista. Mientras la CDU de Friedrich Merz gana sin mayoría suficiente y necesita a los socialdemócratas, la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD) dobla su apoyo, aunque sin superar las peores previsiones. En el otro extremo, Die Linke resurge con fuerza.

La ultraderecha avanza, pero no sin resistencia

El 82,5% de participación es una cifra histórica. La alarma social ante el auge neonazi ha empujado a las urnas a millones de alemanes. AfD logra el 20,7% de los votos, una subida brutal que consolida su poder en la deprimida Alemania del Este. Sin embargo, su ascenso no es absoluto: en Francia la extrema derecha ya llega al 33%, en Italia gobiernan con Meloni.

En el lado opuesto, Die Linke ha dado la sorpresa. Con un programa de combate contra la crisis –tope a los alquileres, eliminación del IVA en productos básicos, impuestos a las grandes fortunas– ha duplicado sus votos hasta el 8,6%, convirtiéndose en el partido más votado entre los jóvenes y arrebatándole a los Verdes su lugar en Berlín. Su ascenso es aún más significativo teniendo en cuenta la escisión de los rojipardos de Sahra Wagenknecht (BSW), que han quedado fuera del parlamento.

Trumpismo y sabotaje desde Washington

Esta no ha sido una elección alemana, sino una batalla global. La Casa Blanca, con Trump en el poder y Elon Musk como brazo propagandístico, ha intervenido descaradamente en favor de la extrema derecha. Musk entrevistó a Alice Weidel en X y participó por videoconferencia en los mítines de AfD. Más grave aún, el vicepresidente norteamericano JD Vance se negó a reunirse con Scholz y prefirió estrechar la mano de Weidel en la Conferencia de Seguridad de Múnich. ¿Casualidad? No. Es una estrategia clara: hundir a Alemania en el caos político para que siga siendo una marioneta de Washington.

Alemania: de locomotora a enfermo de Europa

Pero el problema va más allá de la política. Alemania ya no es la potencia económica imparable que fue. Tres plantas de Volkswagen han cerrado por primera vez en 87 años, destruyendo decenas de miles de empleos. Los salarios caen un 10%. El modelo basado en mano de obra barata y energía a bajo costo se ha roto con la guerra en Ucrania y el fin del gas ruso.

Ante esto, las élites alemanas buscan dos soluciones: una, imponer una clase obrera de segunda, sin derechos, a base de xenofobia y persecución a migrantes (un discurso compartido por AfD, BSW, CDU e incluso el SPD); y dos, restablecer los lazos con Putin, soñando con los tiempos dorados del Nord Stream y el gas barato.

¿Hacia dónde va Alemania?

La tercera crisis es de identidad. La Alemania de Merkel, que imponía austeridad al resto de Europa, ya no existe. Ahora es un país atrapado entre la subordinación a Washington y la presión de una UE en declive. Ha respaldado el genocidio israelí en Gaza, quemando puentes en Oriente Medio. Se ha alineado con EE.UU. contra China, a pesar de que Pekín era su principal socio comercial. Y ahora, con Trump en el poder, se enfrenta a aranceles y una guerra comercial que podría hundirla aún más.

Alemania está en un callejón sin salida. Pero mientras la clase dominante busca soluciones a costa del pueblo, la resistencia crece. La movilización contra la ultraderecha y el auge de Die Linke son señales claras: el pueblo alemán no ha dicho su última palabra.

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