Honduras planta cara a EEUU
La presidenta hondureña, Xiomara Castro, ha lanzado un ultimátum a Washington que resuena como un grito de dignidad en toda América Latina. Frente a las políticas migratorias brutales de la nueva administración Trump, Castro ha dejado claro que Honduras no se doblegará: si EEUU lleva a cabo deportaciones masivas de migrantes hondureños, su gobierno cerrará la base militar estadounidense de Palmerola.
La amenaza de Trump de expulsar a cientos de miles de migrantes indocumentados ha encontrado una respuesta firme en la líder izquierdista. Con más de 2 millones de hondureños viviendo en EEUU, muchos en condiciones de explotación laboral extrema, la deportación masiva sería un golpe devastador para las familias y la economía de Honduras. Las remesas que envían estos trabajadores representan más del 25% del PIB del país, un dato que refleja la dependencia impuesta por el sistema capitalista global.
Pero Xiomara Castro no se limita a lamentar. Ha puesto sobre la mesa un tema que duele en Washington: las bases militares. La Palmerola, instalada en los años 80 por Reagan como parte de su guerra sucia contra las revoluciones centroamericanas, sigue siendo un símbolo del imperialismo yanqui en la región. Con más de 500 soldados estadounidenses en su interior, esta base es un enclave estratégico para EEUU.
«Frente a una actitud hostil de expulsión masiva de nuestros hermanos, tendríamos que considerar un cambio en nuestras políticas de cooperación con EEUU», declaró Castro. «Sin pagar un centavo por décadas, mantienen bases militares en nuestro territorio, que en este caso perderían toda la razón de existir en Honduras».
Esta no es la primera vez que Castro desafía a Washington. Como esposa del expresidente Manuel Zelaya, derrocado en un golpe de Estado respaldado por EEUU en 2009, conoce bien las maquinaciones del imperio. En agosto pasado, canceló el tratado de extradición con EEUU, denunciando un nuevo plan golpista contra su gobierno.
Ahora, Castro ha anunciado que convocará una reunión de presidentes de países en situaciones similares para coordinar una respuesta regional a las políticas migratorias de Trump. Su mensaje es claro: América Latina no seguirá siendo el patio trasero de EEUU.