Trump es solo la marioneta: la oligarquía yanqui tira de los hilos
Donald Trump ha vuelto a la Casa Blanca, y el mundo tiembla. Pero no nos equivoquemos: el problema no es Trump. Es el sistema que lo ha puesto ahí. El «trumpismo 2.0» no es el capricho de un multimillonario excéntrico, sino el producto de una clase dominante desesperada por mantener su poder en un mundo que se les escapa de las manos.
El mito del «hombre fuerte»
Nos venden a Trump como un autócrata imprevisible, un narcisista grosero y racista que gobierna a golpe de tuits. Pero esta narrativa es un engaño. No es un individuo aislado quien dirige el imperio; es una clase social. Trump es solo la cara visible de una oligarquía financiera y monopolista que ha decidido apostar por él para preservar su hegemonía.
Detrás de cada orden ejecutiva, de cada discurso incendiario, hay un cálculo frío y estratégico. Trump no está solo: lo respaldan los magnates de Wall Street, los gigantes del complejo militar-industrial y los nuevos amos de Silicon Valley. Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg… Todos ellos están en el mismo bando: el de la clase dominante norteamericana.
El ocaso del imperio
Estados Unidos ya no es el árbitro indiscutible del mundo. Su hegemonía se desmorona frente al ascenso de China y el surgimiento de un orden multipolar. La respuesta de la oligarquía yanqui es clara: más agresividad, más saqueo, más militarismo.
Trump no es una anomalía; es la continuación de una línea política que comenzó con Bush y Obama. Su «Make America Great Again» no es más que un intento desesperado por mantener el control sobre un mundo que ya no les pertenece. Para lograrlo, están dispuestos a sacrificar a sus propios aliados (Europa, Canadá) y a poner en riesgo la paz mundial.
Los amos del capital
No nos engañemos: Trump no es un «outsider». Es un producto de Wall Street, un magnate inmobiliario que ha pasado toda su vida codearse con la élite financiera. Sus campañas han sido financiadas por los mismos bancos, fondos de inversión y corporaciones que se benefician de sus políticas.
Lockheed Martin, Boeing, ExxonMobil, Tesla… Todos ellos están en primera fila, listos para sacar provecho de la militarización, la desregulación y el saqueo económico. Incluso Silicon Valley, que antes se presentaba como progresista, ha bajado la cabeza y se ha unido al carro de Trump.
La lucha continúa
El trumpismo no es solo un fenómeno político; es un síntoma de la decadencia del capitalismo imperialista. Pero no nos equivoquemos: esta oligarquía no caerá por sí sola. Necesitamos organizarnos, luchar y construir alternativas. Porque el problema no es Trump; es el sistema que lo sostiene.